La tarde del miércoles decidimos no correr riesgos festivaleros. Fuimos a la Filmoteca a ver La primavera tardía, de Ozu, el director favorito de miles de amantes del cine (aunque no de Miriam, que cómo no sabía ni dónde íbamos y esperaba algo contemporáneo… quedó un poco espantada). Era un acierto seguro. Rematamos con cena asiática (o más o menos asiática) riéndonos con mucha menos contención que Setsuko Hara.
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