viernes, 28 de abril de 2017

Vestida de cuerpo entero


Arquitecturas panópticas
El término «panóptico», de origen griego, significa poder verlo todo con un solo golpe de vista.
No hace mucho leí que Jeremy Bentham, filósofo utilitarista del S.XVIII, ideó un proyecto de arquitectura penitenciaria basada en este sistema panóptico que básicamente consistía en una edificación circular en cuyo anillo exterior se colocan las celdas abiertas al interior, mirando hacia una torre de vigilancia situada en el centro del círculo y también al exterior mediante una ventana al fondo.
Desde la torre central, gracias al contra-luz, uno o dos vigilantes observaban (o no) a los presos que, sin  poder ver lo que ocurre en la torre por la oscuridad, procuran una buena actitud en todo caso. No solo se sienten vigilados sino que se vigilan unos a otros desde sus celdas, disociando realmente el hecho de “ver” y “ser visto”.
Se construyeron  varios penales durante dos siglos pero la cosa no quedó ahí y la arquitectura panóptica se aplicó en hospitales, centros educativos, incluso en la planificación urbanística de grandes ciudades.
Interesante es y, a pesar de no tener idea del tema, fue fácil caer en la cuenta de que lo panóptico sigue vigente entre tanta cámara de cajeros, de hacienda, de google, de teléfonos o del entramado de amigos cibernéticos que vigilamos y que vigilan.
Y después de leer, aunque soy más bien de trivializar con lo que no tengo delante, me dieron ganas de ser libre.
Así que me mentí un poco, me desnudé y para que nadie me vea, puse el vestidor. 

Gloria Caamaño



jueves, 27 de abril de 2017

Coreografía

Componiendo. ¡Qué bien trabajan estos chicos!


Mi bañera

Pensó que no debía meterse en el baño, pero el agua estaba tan agradablemente caliente que se metió con una sensación de íntimo bienestar. Olvidó un momento el patio, las plantas muertas, Nardo, los pájaros que no cantaban a una hora en que aturdían. No pensaba en nada, si es posible no pensar en nada. Cerro los ojos. Nada en el mundo era comparable a eso, nada. 
 
Lo mejor de la familia, Silvina Ocampo
 
 

miércoles, 26 de abril de 2017

Ya en la pared de Local

IDEALIDAD: s.f. «característica de lo que no tiene existencia material sino que está en la fantasía».

Llamo así a las piezas como reflejo de las sensaciones fantásticas que nos pueden producir elementos cotidianos que, observados, podemos transformar o colocar en nuestro entorno produciendo sensaciones placenteras. Personales y puntuales. Personales porque la idealidad es producto de los esquemas individuales. Puntuales porque pueden cambiar a lo largo del tiempo dependiendo de la información y de los intereses de cada situación.
  • Un edifico, cuanto más los ajados y rancios, trasformado mentalmente, puede ser nuestra IDEALIDAD.
  • Un catálogo de ilumnación pensado para los rincones de nuestro entorno, puede producir un ambiente que sería una IDEALIDAD.
  • Una habitación de la casa destinada a ser salón, sería una IDEALIDAD si lográramos encajar y combinar en ella los elementos precisos.
José Acevedo


martes, 25 de abril de 2017

Casi a punto


Casas que suman

Esta tarde he acompañado a Alicia a tomar fotos de 3 lugares en los que habitó el tiempo que trabajó de profesora en Salas. Ha sido un placer porque esa zona es preciosa, no me extraña que pensara en quedarse a vivir por allí. Afortunadamente no lo hizo y hoy es vecina de Cimavilla. Y eso lo contará en el proyecto que está acabando para Pisitos en Espacio Local.



echando raíces, Alicia Gómez Camus

20 casas = 1 hogar

El pasado 7 de noviembre cumplí años y estrené la que será mi casa durante los próximos 30. Mi casa número veinte.

He vivido en casa de mis abuelos maternos, en la de mis padres, he compartido piso con amigas, con amigos y también con desconocidos. He vivido sola y en pareja. A veces durante poco tiempo y otras durante algunos años. Han sido muchas casas, muchas vivencias, muchas memorias y aún más desmemorias. MI hogar son todas porque en todas he amado y en todas he sufrido, en todas he disfrutado de mi intimidad y a veces padecido la soledad, en todas me he sentido protegida y a veces atrapada. Veinte casas = un hogar.

Para esta exposición pensé que sería una buena idea recopilar fotografías de esas 20 casas que suman un hogar, ahora que parece que por fin habrá tiempo y espacio para que las raíces puedan crecer más. Algunas las había olvidado, de ninguna tenía fotografías. Gracias a Google maps he vuelto a pasear por mis barrios, por mi pasado y por mi presente, localizando esos lugares que han alimentado mis raíces.



Para «Pisitos»

         No recuerdo muy bien qué sucedía  en  Una casa para siempre, el cuento de Vila-Matas, aunque a mí me quedó tras su lectura cierta sensación de amenaza, como si la decisión de comprar una casa fuera algo irrevocable. Durante meses quedaba en el portal con alguien de la inmobiliaria y subíamos a ver pisos, algunos con los inquilinos dentro. La huella de los cuadros en las paredes, el palimpsesto de empapelados y el frigorífico abierto  me traían de nuevo a la cabeza el título de aquel cuento. La verborrea del vendedor, cantando las excelencias del piso, me molestaba -¿me dejas un rato sola?-. Marcharse él y la casa me habló. El sol de invierno iluminaba un rectángulo del parqué. Tras el cristal, los tejados. En ese instante justo, decidí comprar. Ahora los amigos ríen cuando digo, por experiencia propia, que las casas hablan. Si los vendedores les dejan, claro. 
     Han pasado 17 años desde entonces. Me siguen gustando su luz y los tejados, y ya acuchillé el parqué. A veces, tengo un sueño recurrente en el que parte del techo de la cocina se ha derrumbado y se ha abierto en la sala un enorme socavón, que me obliga a caminar por su perímetro con extremo cuidado. Vienen con inusual rapidez el perito del seguro y los gremios. Los albañiles comienzan a picar una pared de la cocina -esa no- les digo, muy afectada por mis últimas lecturas sobre errores médicos -que da a un dormitorio-. Se desvanece el polvo y descubrimos atónitos, al otro lado del agujero, un cuarto ciego, que no figuraba en el plano del piso. En algunos sueños me despierto, de repente, sin que me haya dado tiempo a decidir nada sobre el nuevo espacio -lleno de posibilidades- dicen y en otros, en cambio, les apremio a que levanten el tabique otra vez  y  lo alicaten de suelo a techo, sin demora. Que renuncie  a 11 metros cuadrados y a una isla en la cocina los desconcierta. Comienzo ya a justificarme, cuando de pronto me despierto y  la realidad me deja con la palabra en la boca. Abro la puerta del dormitorio y me tranquiliza comprobar que el suelo y el techo siguen ahí, firmes. No comprendo esa mirada de estupor de los albañiles. Me gustaría regresar al sueño, mostrarme razonable y pedirles que lo quiero todo bien sellado, aislado, como antes- ni una rendija de luz- sonrío, pero temo regresar  al sueño equivocado. 
       Recuerdo haber leído en un libro de Ferrer Lerín  sobre un estudio de arquitectura, que se hallaba especializado en el diseño, a demanda del cliente, de cuartos recónditos, cámaras secretas que no se registraban en los planos oficiales del edificio. Lejos de extrañarme tal nicho de mercado, desconocido para mí hasta aquel entonces, yo me hacía mil preguntas sobre cómo blindaría la empresa ese secretismo, por el que se barajaba haber pagado altas cifras, nunca confirmadas. Me acordaba de  los constructores de las pirámides, enterrados en vida en alguna película de semana santa de mi infancia e incluso del ingenuo Ícaro, en una enciclopedia  de tercer curso de mi padre, volando hacia el sol con su secreto. Antes se pagaba con la muerte. 
     Quizá haya existido esa demanda desde siempre: una cámara mortuoria, un armario ropero de doble fondo, un cuarto desde el que espiar a los huéspedes, un búnker, un zulo, una habitación del pánico, una habitación propia. A qué viene esa cara pues, cuando digo que la quiero bien sellada, si tengo la certeza de que tarde o temprano llega un intruso y la profana. Ni una rendija, oye.
Irene Miguelena Adot

Piruetas

Santiago García expondrá 12 dibujos que él ha relacionado, entre otros textos, con este poema.

(…) Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los ceniceros cristales de Broadway.

La danza de la muerte. Federico García Lorca.




lunes, 24 de abril de 2017

Ficciones

En Dime tu nombre el pie de foto no es descriptivo, sino que es soporte de una ficción que se revela únicamente en el diálogo con la imagen que lo sostiene.
Adoptando la función clásica de anclaje que cumplen en el lenguaje publicitario, los textos, elaborados por Manuel Valls Gordejo para este proyecto, dotan a la imagen de un tejido emocional del que aparentemente carece: frontalidad en los encuadres, objetividad en la representación, tipologías arquitectónicas arquetípicas, convenciones visuales que forman parte del universo icónico del espectador.
Tomadas durante un vaije a Malta, las fotografías de Dime tu nombre giran en torno a la tipografía de las fachadasy los conceptos que expresa visualmente. Nombres propios, evocaciones de lugares. Emociones o deseos ligados a la construcción, literal o metafórica, de un hogar. Tipografías formal mente muy diversas, espejo de las situaciones que reflejan. Letras cuya elocuencia gráfica es el embrión de las ficciones que habitan.

Jesús Portal. 2017.











Yo tengo una casita

«Recreo a través de los dibujos de las casitas la construcción y reconstrucción de las casas en mi vida. Hogares efímeros, incompletos, llenos, vacíos, sin tejado, sin suelo. Una metáfora de este proceso infinito.»
Blanca Prendes lleva 3 piezas a Espacio Local para Pisitos. En la casita más grande se puede ver a través de un código QR un video que representa mi hogar actual. Si lleváis el progrma en vuestro móvil pordréis verlo.



Lo mejor como concepto

José Acevedo buscando ideales.


¿Dónde vives?

la distancia más corta entre dos puntos es el zigzag.
al menos, así sucede cuando eres paseante en la ciudad de Xixón, un auténtico desastre urbanístico que afortunadamente compensa con creces el desaguisado, revelando secretos a voces, cuando se recorren las calles mirando hacia arriba.
la ciudad se convierte, así, en un lugar cambiante, que nunca se termina de conocer, en el que todo puede ser cambiado de lugar.
una ciudad sorpresa que reflexiona sobre el determinismo clasista, de carácter social, con el que, a veces, se juzga a las personas en función del barrio o zona donde habitan, convirtiendo, de forma abstracta, ese espacio de convivencia en seña de identidad positiva o negativa.
quizá, es verdad que una calle son todas las calles y que muchos de nosotros llevemos toda la vida intentando escapar de la calle en la que inocentemente jugamos, ajenos a un mundo que ya nos había marcado para siempre con algún adjetivo, una reflexión sobre la condición de "aclasado" y la sensación de no sentir pertenencia a ninguna clase social establecida, independientemente del lugar que habite. 


Ciudad cambiante, de Toli Morilla.


Pendiente del clima

Vacaciones en casa de mis padres, de Irene Miguelena.


Humedad

La casa de Lutxi no es un piso. Es una casacasa. Colgaremos en las paredes de Espacio Local esta pieza que, nos dice la autora, con la palabra «secado» impresa, pretende ser un augurio como lo es algún nombre. Ojalá de esta manera las capilaridades (os contaré porque las llamamos siempre así) de su casa desaparezcan.


Lo cotidiano en blanco y negro

Carmen García va a exponer  en Pisitos estas 2 fotografías.


Limpieza

Aquí se detiene el tiempo
No siento dolor
No siento cansancio
No siento nada
Se ha detenido el tiempo
Un fluir de agua fría recorre mi cuerpo y me recuerda donde estoy
Aquí, en mi casa
Mi refugio
Mi tormento
Mi realidad
Esa, mi casa
La que me cansa
La que me agota
Y que solo de vez en cuando me da un respiro
Ahí, solo ahí, dónde solo por un momento se detiene el tiempo.

Carmen García





Esos suelos

«Los suelos de la casa de mi infancia tenían la misma geometría que estas baldosas. Me gustaba mirarlas y jugar con la profundidad de los cubos, me parecía curioso cómo en una superficie plana, un mismo cubo pudiera verse de tres maneras distintas.
Ese recuerdo infantil me inspiró en este trabajo.»


Con estas palabaras  recibimos la obra de Luisa Colado.


En su espacio

La pieza de Ruma Barbero para la exposición Pisitos se titula Rumaus porque es un «homenaxe a Art Spiegelman».



Reunirse

Hace ya unos cuantos años, 20, fuimos en Madrid a una muestra titulada La casa, su idea. Ángeles, Santi (de quien es la imagen del cartel), Lutxi y yo lo recordamos de vez en cuando, aunque no sé si fuimos todos juntos o no. Seguro que miramos las obras con bastante atención, nos reímos, charlamos y nos montamos en el metro con destino a otro espacio lleno de arte por descubrir. Supongo, nos solía pasar, que nos pasamos algunas paradas y tuvimos que retroceder no porque estuvieramos hablando de Florentino Díaz o Eva Lootz sino porque teníamos que contarnos mil y una hazañas cotidianas. Nuestros encuentros en la capital eran un poco locura. Queríamos ver y comentar todo pero por encima de todo queríamos reunirnos. Así que olvidamos muchas exposiciones de aquellas que creíamos inolvidables. Esta, quizás por el tema y porque conservamos el catálogo, no.
He leído hace poco que Emily Dickinson escribía sus poemas en papeles recortados en forma de casa. Lo cuento mientras pienso que sabéis a qué me refiero. Porque aunque los castillos, los iglús y las cavernas también lo sean, tenemos interiorizada esa forma trapezoidal que usaba la poeta. Con 3 o 4 años ya se dibuja ese estereotipo. ¡Representa tantas vivencias que todos queremos decir algo y hablar de nuestra casa! Y también de los espacios abandonados, de los ocupados… anécdotas tristes, curiosas, alegres y, a veces, casi increíbles (podéis preguntar a Lutxi).
Los hoteles, casi siempre modestos, han sido poco frecuentes en nuestras vidas si comparamos con la cantidad de noches pasadas en casas de amigos o conocidos. Ahora, hace unos años ya, con Bnb, también de desconocidos. Hemos compartido pisos con personas asuntes, presentes por sus enseres, o no, muy diferentes. Personalizamos más de 15 o 20 veces paredes, llenamos estanterías, cambiamos la cama buscando la luz para sentirnos como en casa en nuestra habitación. Llevamos ciertos objetos, dejamos atrás  muchos otros. En algunas fotos de papel de tiempos pasados aparecen lámparas, carteles o libros que no hemos abandonado. Dejamos huellas en algunos espacios, no solo en los que fueron nuestros por un tiempo, pero también recogemos las de otros lugares. Tengo pequeños trozos de vidrio de una fábrica de la que nunca llegue a oír la sirena o de una discoteca que hace no tanto, o eso nos parece, ofrecía gustosa su bola de espejos como cielo. Además de admirar el vacío con rastros de momentos vividos pasas a imaginar que haría allí nuestro admirado Gordon Matta-Clark. Entran ganas de tirar paredes o agujerear el suelo para espiar a la vecina, como en la película taiwanesa The Hole. Pero eso de las chapuzas, las obras de construcción o mejora, casi mejor dejarlo. Tema peliagudo. De mometo vamos a intentar sentirnos a gusto encontrándonos en Espacio Local, sintiendo la protección del hogar en una sala que nos invita a habitarla.