«La vivienda se va consolidando como máquina de ignorancia o como mecanismo integral de defensa.»
Mientras volvía a dibujar, tras muchos años de interrupción, buscaba afanosamente imágenes. Uno de mis libros preferidos (citado al comienzo de este texto) para encontrar esas imágenes fue Esferas III de Peter Sloterdijk. Además de un buen discurso y un lenguaje a veces pomposo está lleno de sugerencias arquitectónicas, ambientales y sobre todo habitables.
Creo que mis dibujos tratan sobre eso, maneras de habitar y maneras de comunicarse o más bien las dificultades de comunicarse. No es que ese sea el tema, solamente, sino que podría decir que el hecho de ponerme a dibujar es una búsqueda de comunicación y también una afirmación.
Afirmación, autoafirmación más bien. Durante un tiempo pensaba que lo único válido era el concepto y el no objeto. Pero yo no trabajo así, el concepto surge del objeto (dibujo), tanto, (o más) como el dibujo surge del concepto. Así que el dibujo es necesario. Si hay dibujo hay objeto, hay mercado, etcétera. Pues bien, que así sea. No me voy a cortar.
Por otro lado busco, ya que estoy en ello y soy un clásico (por no decir dinosaurio), que la imagen sea lo suficientemente fuerte como para sostenerse por sí misma y crear significados. No hay fragmentación, hay unidad y composición. Vamos, un clásico total. Pues que así sea. He dejado de pensar en lo que hay que hacer para hacer lo que me apetece.
Acabo de leer Las Olas, de Virginia Woolf, por tercera vez. Creo que es la vez que más la he comprendido (racionalmente) y a la vez me ha decepcionado un poco, pues he visto sus límites. De todas formas me sigue fascinando la falta de diálogos y la construcción del libro a través de monólogos interiores, como ecos lejanos que chocan contra las paredes de los propios personajes. Hay una fatalidad en cada personaje, un rasgo esencial que lo caracteriza, que lo limita pero que a la vez le ofrece todo un potencial. Creo que esta es mi actitud actual ante, digamos, la creación de imágenes y la imagosfera.
Por otro lado este libro y Al faro (que no he releído), está llenos de imágenes; las luces del día que transforman los espacios y objetos hechos por el hombre pero al margen de cualquier presencia humana, o el tiempo que transcurre indiferente a los affaires humanos y a la inmensa soledad que reflejan.
Estos dibujos reivindican la duda, la inseguridad. Hablan de soledad e incomunicación–comunicación y a veces del propio acto de pintar, pero de manera rotunda, espero.
No seguiré escribiendo para no entrar en el terreno de la confesión, no me apetece emular a Louise Bourgeois.
Dentro de 10 años, si continúo dibujando y me piden un texto, posiblemente escriba algo similar.
Santiago García