Bea y yo salimos con los ojos llorosos porque el final es muy triste. Cuesta meterse en el mundo
callejero, sobre todo si tienes una panda con palomitas cerca (ayer me tocó pepinillos y el viernes una señora que no paró de abanicarse), el encuadre falla 3 veces y tienes que silbar aunque no sepas porque los que saben no se animan a ser los primeros.
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