Soy el orgulloso padre de tres hermosas niñas de dieciséis, trece y siete años, y a estas alturas de mi vida lo único que tengo claro acerca de la educación es que no es posible: educar no es posible.
Mi sensación, intuición, impresión, sospecha, es que nosotros, humanidad en general, fundamentalmente aprendemos. Lo hacemos, en mayor o menor medida, a lo largo de toda nuestra vida. Vivir es, siendo muy simplista y por tanto equivocándose, un hermoso y estimulante proceso de aprendizaje.
Creo que el concepto mismo de educación procede de nuestra arrogancia. Somos humanos y, por tanto, arrogantes (durante muchos siglos, por poner un ejemplo, hemos estado convencidos de que el sol giraba a nuestro alrededor). Educar, como concepto, invierte el punto de vista natural para otorgar al supuesto educador la responsabilidad y el mérito del supuesto aprendizaje.
Yo no creo que el profesor eduque, creo que el alumno aprende. Es muy diferente. Y como casi todo lo que resulta muy obvio, es difícil de asumir.
Ese mecanismo en el que un educador adoctrina en la verdad a sus discípulos está inscrito en nuestros genes, forma parte de nuestra cultura desde hace demasiados siglos. Lo aceptamos del mismo modo que aceptamos otras falacias, como la dialéctica entre forma y fondo o la existencia separada del bien y el mal. Sospecho que todo nuestro inmenso sistema educativo está basado en ese esquema paternalista, pero no inocente. Quizá porque de ese modo, educando, se forma a los alumnos. Es decir, se les moldea.
Aprendemos observando, extrayendo conclusiones, haciéndonos preguntas e intentando responderlas. Aprendemos equivocándonos. Fundamentalmente aprendemos de nuestros errores: nada enseña más, ni mejor.
Quizá lo que nos corresponde es permitir que ese aprendizaje , en el que el sujeto activo es el supuesto alumno, sea lo más enriquecedor, amplio, complejo, interesante que sea posible.
Aprender, como casi todo en la vida, es un diálogo. O sea, una construcción, una estructura: una conversación. No hay alguien que enseña y alguien que aprende, es más bien un proceso en que todos los implicados se alimentan y construyen.
Cuanto más vivo sea ese proceso, más complejo es ese diálogo, mejor es el aprendizaje. Aprender es establecer conexiones. Estoy casi seguro de que podríamos definir nuestra vida del mismo modo. Cada cual establece las suyas, es una tarea individual que se hace grande en el contacto.
5 comentarios:
Este texto me lo voy a imprimir.
Está contado de una forma tan sencilla, en el mejor sentido de la palabra... ¿Te has leído el libro?
Qué pena que yo no tenga el vicio de leer.
Ahí tengo en la mesilla de noche Tokyo Blues, sin abrir y eso que me leí varias páginas mientras esperaba en la peluquería.
Una interesante reflexión, que hace reflexionar.
cuando lo acabes me lo dejas aran.
besitos. charo
No lo he leído entero. Ahora lo tengo en la escuela.
De vez en cuando fotocopio una de las artículos (son todos cortos) y se lo entrego en clase para que lo lean. De momento no les he pedido su propia "reflexión" porque estamos empezando.
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