martes, 12 de enero de 2010

Para Lucía

Estas vacaciones me encontré una mañana a Rafa con un libro de Isaac Rosa que cuenta el día a día de unas vidas amenazadas. Me lo regaló y él se lo volvió a comprar. A los dos nos parece que tiene una parte un poco aburrida (en la que el autor cuenta sus miedos) y otra-se alternan- inquietante, en la que relata como van creciendo las complicaciones cotidianas. 
Pensé en pasárselo a Txaro, que no sabe que leer últimamente, pero no se si es recomendable para una madre tan sensible.

A los pocos minutos de montar en el autobus que me trajo de vuelta a Xixón empecé a sentir un poco de miedo, y no por la nieve, ni por el libro (ya lo había acabado y leía "Algunos hombres… y otras mujeres", que me regaló Fredy), sino por la gente.

(…)Carlos cree que es un ejercicio eficaz a cualquier edad. Piensa que todos deberíamos  hacerlo alguna vez. Al modo de una redacción escolar, en varios folios o de palabra, exponer cómo sería para nosotros un lugar llamado " el país del miedo". Describirlo con el máximo detalle. Cómo serían las calles, los edificios , los cielos. Quiénes serían sus habitantes, quiénes sus gobernantes. Qué tipo de reglas operarían, cuales serían las costumbres, las leyes, las rutinas. Obligarse a imaginar un sitio terrorífico, digno de llamarse el país del miedo. No vale una versión amenazante de nuestra realidad, tiene que ser mucho más, tiene que ser el infierno. Para algunos, tal vez, la representación se aproximaría a eso precisamente, al infierno, en su iconografía clásica, como lugar de tormento continuo, fuego, dolor, gritos. Otros situarían con facilidad el país del miedo sobre la tierra, no bajo ella. En un espacio urbano, o menos que eso: acaso bastara con una sola habitación. Sería interesante ver en que elementos coincidirían nuestros relatos, y en cuales diferirían. Algunos tal vez ya estuvieron allí, ya lo conocieron, en forma de pesadilla recurrente, o de experiencia a olvidar. Puede que haya quien lo sitúe en un país existente, real, o en un tiempo pasado, remoto o cercano. Habrá quien describa un país del miedo inverosímil, completamente distinto a nuestro mundo, como un reverso negro; pero también habrá quien apenas se aleje de una fotografía actual, sólo teñida por algunos elementos sombríos, pequeñas modificaciones a la normalidad que pueden acabar constituyendo una pesadilla, tan terrorífica como reconocible.      
Le gustaría hacerlo con sus amistades, como un juego, algo de que hablar al final de la cena, cuando decaen las conversaciones y no quedan ya chistes, anécdotas ni recuerdos con que llenar los momentos de silencio. Tengo una idea, por qué no jugamos al país del miedo, propondría.(…)


     

3 comentarios:

lucía ordóñez dijo...

¡Cómo me gusta lo que hace!
La foto de los platos desplazados (mmmmmmmm)

lucía ordóñez dijo...

El país del miedo, interesante. Yo he perdido algunos miedos este último año y a otros les han aparecido.

el maletero dijo...

Las 2 portadas del libro son tan horrorosas que tuve que buscar a un artista que te pegara y que tuviera que ver con lo que se cuenta en el libro.

Mi miedo en el alsa fue, entre otras pequeñeces (la gente se pone muy tonta y pretende "conducir" el bus desde su asiento), por las amenazas de una pareja al chofer y a un pasajero cuya única provocación fue tener ojos en la cara y que se le vieran porque era alto. Pura irracionalidad. Tenían un montón de hijos(no se cuantos porque no me atrevía a volverme después de oir lo que oí) y yo no podía dejar de pensar en cómo iban a digerir estos toda esa violencia.