Premio Herralde 2007.
Recomendado por Irene.
La puerta del baño chirría al abrirse. Es imposible percibirlo durante el día, cuando los claustros se colman de pasos y conversaciones. Pero ahora, en el silencio, la puerta suelta un silbido que casi parece una delación. María Teresa ya ha puesto un pie en el baño de varones. Se asoma y eso alcanza para confundir sus sentidos. Es como si hubiese saltado, tal como sucede en algunas películas, a una dimensión de irrealidad: a un mundo con otras leyes, sin gravedad o sin infancia por ejemplo, o a un mundo de otro tiempo, donde las cosas son las mismas pero tienen otra significación. A pesar de esta transformación repentina, atina a tomar una precaución de absoluta sensatez: en vez de soltar la puerta una vez que la traspuso, dejándola en libertad de hacer el movimiento de vaivén que le es tan propio, la lleva ella misma, sujetándola desde arriba con la mano con que la empujó, hasta aparearla con su hoja gemela, para detenerla en el punto justo donde quedan las dos alineadas, sin que nada sobresalga hacia el pasillo ni se ofrezca a la vista de nadie.
De "Ciencias Morales"
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